miércoles, 20 de mayo de 2015

CUENTO POR ENTREGAS… Parte 9 de 9


Llegamos al término de este "cuento por entregas": la esperada NOVENA PARTE de nueve.
Un final que, como verán, es "engañoso"... o, tal vez, "mítico"... que es lo opuesto al engaño, ya que el Mito es la más verdadera de las verdades.
¿Y cómo aparcería hoy Ikur?... Tal vez sería una especie de fauno espacial. Un ser esencialmente híbrido, alguien con un poco de animal y otro de humano, como mucho de masculino y mucho de femenino, con blancos perfectos y complejos negros. 
Pero el Ikur que leeremos hoy pertenece a "aquel cuento". Un cuento nacido bajo la influencia de High Hopes de Pink Floyd y El hombre y sus símbolos de Carl C. Jung
Les dejo pues a este, mi "hijo", ya adulto y libre para vagar por sus propios caminos, tal como todo cuento concluido. Un hijo que, en definitiva, es mío pero también suyo, querido lector. Después de todo, usted lo revestirá de un rostro particular, le dará una voz propia y le adjudicará un modo de andar, de torcer el gesto o de sentarse que será único e irrepetible.
Así que, cuando vea en Ikur un dejo de mis rasgos, fíjese bien, y descubrirá también en él, un poco de los suyos...

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EL ÁNIMA Y EL HOMBRE DE LA RUEDA GIGANTE


(por: Teresa P. Mira de Echeverría)


[Estar encadenado, bajo cualquier tipo de cadenas, es algo literalmente terrible.
Estar encadenado por uno mismo, por propia responsabilidad, bajo propia mano —o como se quiera decir— es casi insoportable.
Y nótese que digo casi, porque esto es lo más común del mundo; me atrevería a decir que es inherente a la raza humana.]

9: El vuelo.

Las alas-raíces volaron primero por sí mismas. Y luego, una vez estabilizado su vuelo, obedecieron las órdenes de Ikur.
"Ritos de pasaje" - John Jude Palencar
Sus raíces-alas lo llevaron sobre zonas volcánicas en formación: una tierra nueva recién nacida.
Ikur volaba tal como vuelan las semillas de un diente de león, en parte guiado por el viento y en parte por su deseo inconsciente.
La tierra se abría en bocas volcánicas y nuevos terrenos apenas formados se desvanecían en nuevas erupciones de lava renovadora.
Volcanes, lava, novedad... la tierra se adivinaba como un lugar en formación.
Ikur buscaba un sitio que le gustase, un sitio ya establecido y formado.
Se adentró más y más en la tierra de la incógnita y atravesó herbazales y desiertos, mares y costas, montañas y sierras, pero no encontraba su lugar.
Finalmente, Ikur llegó a una planicie verde con tres grandes álamos en su mitad, sus únicos pobladores en una inmensidad esmeralda.
Allí bajó, plegó sus alas y se sentó a trabajar bajo los álamos.
Pasaron los años y los años, e Ikur continuaba trabajando bajo sus tres queridos álamos.
La lluvia y el sol lo bañaron, y disfrutó intensamente de sus mensajes.
Los pájaros volaron sobre su cabeza, y él admiró sus trinos y la alegría que contagiaban.
El milagro de los amaneceres rojos y malvas transcurrieron frente a sus extasiados ojos.
"El fantasma en las colinas" - John Jude Palencar
Vinieron a pedirle ayuda y sus manos siempre estuvieron dispuestas.
Vinieron a ofrecerle ayuda, y sus oídos oyeron y sus labios agradecieron.
Y pasó mucha vida, e Ikur la bebió hasta el último sorbo, saboreando cada gota.
Y un día Ikur sintió que sus alas se desperezaban de nuevo y que los álamos le cantaban en el susurro de sus hojas con más fuerza que nunca.
Ikur sonrió al horizonte que se desplegaba frente a sí, y comprendió que debía cumplir el artículo tercero de la Ley del Tiempo... Cambiarás.


 Ser libre de ataduras, de cualquier atadura, es algo literalmente maravilloso.
Estar libre, liberado por sí mismo, por propio esfuerzo, gracias a una heroica lucha ¾o como se quiera decir¾ es casi milagroso.
Y nótese que digo casi, porque esto es lo más común del mundo; me atrevería a decir que es inherente a la raza humana.


(SIN) FIN



domingo, 17 de mayo de 2015

Una novela corta mía sale en inglés!!!!


Felicidad absolutaUna novela corta (novelette) mía, "Memoria" va a salir en el invierno austral (si Dios quiere) en una editorial de EEUU (Upper Rubber Boot Booksy estoy MUY feliz.


Gracias a Lawrence Schimel y a Joanne Merriam (de Upper Rubber Boots Books) por confiar en mí.
Y, por supuesto, a Mariano Villarreal y Luis Pestarini que eligieron en mi primera instancia mi cuento "Memoria" para Terra Nova 1 (y a Rodolfo Martinez de la Editorial Sportula, que creyó en el proyecto).

Cuando fui elegida para estar lado a lado junto a gigantes como Lola Robles, Víctor Conde, Ken Liu o Ted Chiang, y A MI ADMIRADÍSIMO Ian Watson (y otros grandes escritores), no lo podía creer... Ahora menos!!!!!!!

Tengo que agradecer especialmente a Cristina Jurado, que apoyó ese cuento desde que salió publicado y a Elías Combarro (Odo) por su apoyo constante.


Y, claro, a mi amado Guillermo Echeverría (la otra mitad de Rockwell-Hopper y de mi vida) y a mis amigos del Taller Literario "Los clanes de la Luna Dickeana" (y mis brillantes compañeros de la Antología Steanpunk) que me ayudaron y animaron a escribir y mandar ese cuento [Laura Ponce, Verónica Vázquez, Paula Andrade, Roxana Lozano, Federico Caivano, Facundo Córdoba, Jorge Korzan, Dany Vazquez (Axxonita), Rolando Condis (Rolcon), Omar Munarriz, Marcelo Cardo (Lex), Andrián Paredes y, en aquella época, Adriana Cantero].

FELICÍSIMA


miércoles, 13 de mayo de 2015

CUENTO POR ENTREGAS… Parte 8 de 9


Ikur llega hoy a la OCTAVA PARTE de nueve, de este "cuento por entregas".
Cerca del final de su recorrido, las transformaciones deberán ser drásticas a riesgo de truncar su viaje heroico. Pero los símbolos se volverán un poco más elocuentes, también. 
¿Cómo narraría hoy la historia de Ikur?... Posiblemente su Sombra no sería tan pacífica, sino una entidad más brutal, descarnada, titánica; tal vez un enorme y monstruoso ser leviatánico que nadara entre estrellas, y con el cual luchar, medir fuerzas y, finalmente, hacer las paces. 
El Ánima también sabría nadar entre soles, pero tendría un aspecto y personalidad un tanto más ambiguas... ¿hermafrodita, tal vez? 
Pero las pinturas, definitivamente, seguirían estando allí; y el vuelo final no podría ser más majestuoso. 
Así que volvamos a "aquel cuento", mientras escuchamos High Hopes de Pink Floyd de fondo (y le vamos sacando nuevas resonancias, así como obtenemos nuevas lecturas de El hombre y sus símbolos de Carl C. Jung). 
Adelante, entonces, con el ante último capítulo de esta historia de Ikur.

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EL ÁNIMA Y EL HOMBRE DE LA RUEDA GIGANTE


(por: Teresa P. Mira de Echeverría)


[Estar encadenado, bajo cualquier tipo de cadenas, es algo literalmente terrible.
Estar encadenado por uno mismo, por propia responsabilidad, bajo propia mano —o como se quiera decir— es casi insoportable.
Y nótese que digo casi, porque esto es lo más común del mundo; me atrevería a decir que es inherente a la raza humana.]

8: El ánima.

Tal como el paisaje, Ikur —hundido en su desesperación—, fue cubierto por el blanco manto níveo; hasta que, desde el suelo, su sombra se levantó.
"Claro de Luna" - Alphonse Mucha
La negra forma ausente de luz se irguió frente a él.
Ikur siguió a su sombra por varios kilómetros, hasta que cruzó el límite entre la nieve y el sol.
Una vez transpuesto el borde, la sombra desapareció.
La sombra le había hecho cuestionarse a Ikur lo que en verdad era él. Tenía una parte de su ser oscura, una parte que no necesariamente era mala, sino algo que sólo era “otra parte”.
Pero cuando la sombra desapareció, otra figura ocupó su lugar: la vaporosa mujer que lo guiaba había regresado.
Caminó silenciosa, muda, frente a él. Y nuevamente comenzó la peregrinación.
Un nuevo borde apareció adelante. Un nuevo límite. Otra frontera.
La damisela se detuvo frente al precipicio de un gran cañón montañoso. Y, señalando el vacío oscuro y lleno de abigarrados nubarrones que se constituía frente a ellos —mientras era bañada por un viento fuerte que hacía ondular su vestido ocre orlado de perlas—, exclamó sin hablar: “Terra incognita”. Y desapareció.
Ikur caminó a lo largo del acantilado: el vacío a su derecha, una inexpugnable pared rocosa a su izquierda.
Finalmente halló una cueva y se introdujo en ella. Encontró una tea encendida y la tomó. Y, mientras avanzaba, vio pintados sobre las paredes de la cueva, todos los eventos de su vida en tonos rojos y negros. Eran dibujos simples, esquemáticos, pero sublimes; y era como si tuviesen milenios. Como si existieran desde antes que la piedra misma que los soportaba... Como si su forma fuera previa a su materia...
Allí estaba él con las cadenas en medio de un grupo de toros...
Allí, el cangrejo rojo se deslizaba por entre las patas de un mamut...
Más allá, el hombre de la rueda gigante yacía en la nieve, bajo un bosque de jirafas...
La gente de las grandes ilusiones, el monstruo de franjas negras y amarillas, y la sombra se alzaban juntos, más acá, muy cerca de dos hermosos caballos rojos.
Y, en medio del conjunto rupestre, el roble en el mar amarillo dejaba que un tótem asomase por entre su copa.
"Hombre con alas alza el vuelo" - Frank Frazetta
Sin saber por qué, Ikur tomó un trozo de carbón y comenzó a redibujar aquello: hizo que el mar fuera de plata, y que el cangrejo se tornara en una tortuga gigante, y le colocó cabello verde a la mujer vaporosa, y pintó una tumba digna para el hombre de la rueda gigante, con el símbolo de un caracol sobre ella.
Reescribir su memoria era como volver a vivirla. Le daba sentido al pasado. Lo volvía presente.
Ikur comprendió que era hora de avanzar por primera vez en sentido no lineal, fuera del plano de su vida, hacia el eje de la altura de su lo-que-sea-que-lo-llamaba-desde-dentro (digámosle: alma).
Giró sobre sus pies, llegó al borde de la cueva, y enfrentó el precipicio apoyando su espalda contra la pared de sus recuerdos. Entonces dio un paso en el vacío.
Mientras caía, entendió que no debía luchar, ni resistirse; y que así como el árbol desarrollaba sus raíces naturalmente y sin luchar, él debería desarrollar las suyas en paz.
Ikur cerró entonces sus ojos y sintió cómo, desde su espalda, surgían raíces que se entrelazaban en dos grandes grupos. Y entre las raíces creció una membrana esmerilada, blanca como el cotiledón translúcido de una semilla; y las raíces formaron finalmente dos grandes alas.



jueves, 7 de mayo de 2015

CUENTO POR ENTREGAS… Parte 7 de 9


Ya extrañábamos a Ikur, y aquí está SÉPTIMA PARTE de nuestro "cuento por entregas".
Hoy el relato es largo y pasan muchas cosas. Tal vez demasiadas para que nuestro héroe pueda con ellas. Pero así son los trabajos heroicos: múltiples, difíciles, pero necesarios.
¿Cómo lo reescribiría hoy?... El ánima sería distinta y el anciano hablaría. Quizás el cangrejo sería menos "a lo Lewis Carroll"... pero, sin lugar a dudas todo lo sucedido volvería a suceder. ¡Y sí, probablemente en un planeta extraño o en un futuro distante... o en el interior de un paisaje urbano demencial!
Pero... ¡exacto!: éste es "aquel cuento", el de High Hopes de Pink Floyd y el de El hombre y sus símbolos de Carl C. Jung (que en esta ocasión, está más presente que nunca).
Adentrémonos, pues, en las muchas vicisitudes que hoy le esperan a Ikur.

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EL ÁNIMA Y EL HOMBRE DE LA RUEDA GIGANTE


(por: Teresa P. Mira de Echeverría)


[Estar encadenado, bajo cualquier tipo de cadenas, es algo literalmente terrible.
Estar encadenado por uno mismo, por propia responsabilidad, bajo propia mano —o como se quiera decir— es casi insoportable.
Y nótese que digo casi, porque esto es lo más común del mundo; me atrevería a decir que es inherente a la raza humana.]


7: La gran playa solitaria.

Ikur todavía buscaba quién era él. Y el hombre de la rueda gigante lo acompañaba mientras él mismo buscaba el resto de su monstruosa bicicleta. Y las dos búsquedas parecían inútiles.
Cuando hubo pasado un buen tiempo desde que entrasen al bosque de los ensueños maravillosos —luego de haber hablado de todo lo bueno y bello de la vida, y de haberse extasiado de tanta magnificencia—, un temblor sacudió la tierra.
El breve terremoto, inspirado por el segundo artículo de la Ley del Tiempo, se tragó el bosque entero con un estruendo descomunal. Tan sólo quedó una grieta, como una terrible cicatriz que hacía doler los ojos al verla.
"Dos jóvenes en la playa a la salida de la Luna" - Caspar David Friedrich
Ikur y el hombre de la rueda gigante se alejaron de la dolorosa grieta y caminaron un tiempo hasta encontrar la más bella y solitaria de las playas.
Tras las rocas azules, se extendía la playa blanca bañada por las aguas de un inconmensurable mar amarillo.
La playa rezumaba soledad bajo el plomizo cielo.
Ikur y el hombre de la rueda gigante, casi sin quererlo, como impulsados por la fuerza misma de la playa, separaron sus caminos y siguieron senderos divergentes.
Ikur, sin embargo, a poco de caminar se sentó sobre la arena para preguntarse a sí mismo quién era él: él que no era otra cosa y que, sin embargo, era; pero que, finalmente, podía no-ser...
El pensamiento en la contingencia de su existir lo llenó de congoja.
¿Por qué lloras? le preguntó un pequeño cangrejo rojo que estaba a su lado.
Ikur bajó la vista nublada y lo miró, el coralino fulgor del animalito lo contagió de alguna clase de alegría del color. Pero eso no bastó para que dejase de llorar.
Ikur, respondió:
Lloro porque soy y puedo no ser, porque podría no haber sido nunca, y porque nunca seré. Lloro porque voy a no ser.
El cangrejo ajustó sus redonditos lentes blancos, carraspeó y no pudo ocultar una comprensiva risita. Luego con tono amable, respondió:
Aún no has vivido, hijo, lo que debes vivir; eso es obvio rió un poco. Quiero decir, hemm, que aún ni siquiera has empezado a vivir. Hemm... Tú, yo, la playa y hasta el cielo pueden no ser, pero son. El problema es, ¿por qué? ¿Por qué son, si pudieron no ser? Hemm... los hemm... los hombres que visitaron estas playas respondieron muchas respuestas. Ellos dijeron muchas palabras y sintieron muchos sentidos... hemm... pero sólo uno, hemm... en sólo uno creo yo... Somos porque alguien quiere que seamos.
¿Quién? preguntó Ikur.
¡Ah!, eso aún lo busco. Pero me dijiste otros problemas... hemm... Dijiste que vas a no ser, y esa, hemm, esa es una gran verdad. Pero si pasas la vida pensando en que vas a no ser, ya no eres; dejas que la vida pase de largo. Después de todo, la vida se vive gastándola, no atesorándola. ¡Y mira que lo único que debes hacer es estirar la pinza para tomarla y ser feliz!
¿Y luego, qué?
Luego, hemm... luego, siempre hay luego ¡Siempre!
El pequeño cangrejo rojo se fue caminando hacia un costado, rápido, mientras saludaba muy cortésmente a Ikur.
Ikur se quedó pensando en la reflexión que el cangrejo había hecho.
La vida era, y eso es lo que importaba. No importaba si podía no haber sido, más bien debía estar agradecido de haber sido elegido para existir, cuando tantas posibilidades indicaban que no debía ser.
Él era casi un milagro. Había quebrado la ley de la probabilidad: siendo más probable que no fuese, sin embargo, era.
"Mujer frente al amanecer" - Caspar David Friedrich
Pero si él era entre tantos que no lo eran, su responsabilidad tenía el carácter de colosal.
Así que más que nunca debía saber con qué propósito había sido colocado en este mundo.
Estaba perdido en estos pensamientos cuando una bella visión lo hizo estremecer:
Una mujer vestida de vaporosa ropa color ocre, pálida y de cabellos negros, caminaba lánguida y casi en el aire por el borde exacto que dividía el agua de la arena.
Ikur se sintió impelido a seguirla. Ella lo miró con suaves ojos color aguamarina y continuó su camino.
Parecía un alma, un ánima, no un ser humano (sobre todo porque, efectivamente, no lo era).
La exigua procesión siguió el borde de la playa hasta que descubrió un árbol, un roble en medio del agua, sobre una pequeñísima isla. El ánima caminó sobre un puente de niebla que unía la playa con la ínsula.
Ikur dudó, pero finalmente cruzó él también por el puente gaseoso.
El roble se alzaba gigante y poderoso, sus amargos frutos estaban esparcidos por el piso formando una dura alfombra. Ikur quedó admirado de lo poderoso y portentoso que lucía aquel árbol: ese roble había cumplido su destino...
El ánima habló con dulce y apagada voz, sin siquiera mover sus labios. La voz parecía provenir no de ella sino del pecho del mismo Ikur. La voz decía:
No importa lo que otros quieren que seas, o lo que tú pretendes ser; necesitas entender lo eres. Necesitas ser un árbol que realiza su sentido siendo un árbol. Pero, a diferencia del árbol, tú debes querer hacerlo. Debes vencer los escollos, las piedras, el viento, el mal suelo, las sequías, la sal del mar que te rodea. Y debes hacerlo sin esperarlos, sino a medida que surjan. Como el árbol, nuestro propio y verdadero ser está destinado a crecer y ser útil. Pero no ser útil como banco, o barco, o madera de apoyo, sino como árbol que da belleza, que da sombra, que da abrigo; y sobre todo, que es. Ser, Ikur, es la más grande de las hazañas. Pero encontrar nuestro destino, es el milagro indispensable para ser.
El ánima se vaporizó en millones de micrónicas gotitas perladas que flotaron en el aire por un breve lapso y se posaron sobre Ikur como un rocío fresco de respuestas.
Ikur quedó quieto y anonadado, era tan simple y complejo lo que ahora sabía que le parecía imposible ponerlo en práctica.
Se sentó bajo el roble y apoyó la cabeza contra su tronco áspero y fuerte, y se durmió con el aroma de la madera viva en su nariz y su mente, y sobre todo en su corazón.
Finalmente lo despertó un fuerte olor a incienso.
Ikur miró a su alrededor, ahora se hallaba sobre una colina muy elevada. Hasta donde la vista podía abarcar, se extendía a su alrededor un mar de hierba dorada. Sobre el círculo de tierra desnuda en donde se hallaba, había un tótem grande tallado con la cabeza de varios animales.
A un costado del tótem había un hombre y, junto a él, un pequeño fuego. Era un anciano de cabellera larga formada por plumas negras en lugar de pelo, y que portaba una piel de lobo gris sobre los hombros. En anciano cantaba a media voz cantos rituales.
El hombre del tótem, el anciano, no lo vio ni le habló, simplemente lo ignoró.
Ikur estaba muy sorprendido y meditaba sobre esta visión cuando comenzó a nevar.
La nieve lo cubrió todo y se transformó en hielo.
"Dolmen en la nieve" - Caspar David Friedrich
El viejo, el tótem, todo quedó bajo la nieve, como envuelto en un manto blanco; sólo la fogata seguía brillando impertérrita.
Decidió que nada podía hacer allí y se fue caminando.
Caminó mucho, mucho tiempo por ese desierto blanco hasta que halló una huella: una línea en la nieve y un par de pies al lado.
Ikur siguió el rastro, se sentía como un lobo a la caza de su presa. Pensó en sí mismo como en un lobo y sobrevivió en aquella estepa helada muchos, muchos días.
Finalmente, Ikur encontró la causa de aquellas huellas: el hombre de la rueda gigante, su amigo, yacía junto a la rueda, exánime.
Ikur no pudo llorar aunque quiso, pero la pena que lo embargaba se transformó en lastimero aullido.
El hombre de la rueda gigante, su amigo, se había ido, ya no era, y había perdido todo su tiempo de ser junto a una estúpida rueda gigante.
Pronto la nieve se depositó sobre él, y el hombre de la rueda gigante y la rueda inservible fueron cubiertos por un piadoso manto de hielo.
Ikur sintió de cerca lo que era no ser, y lo que era ser, y una mezcla de miedo y rebeldía creció en su pecho.
Miró a su alrededor y no pudo ver más que ruinas cubiertas de nieve. Entonces se sintió perdido.



domingo, 3 de mayo de 2015

Presentación del libro Antología Steampunk

 Ayer, en la 41 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, se presentó la antología de cuentos steampunk de la que tengo la dicha y honor de participar con un cuento: "Máquina de mi alma".


Antología Steampunk —cuentos del retrofuturo—, es una obra especial porque en ella estamos no sólo mi marido Guillermo (con su cuento "El subsuelo") sino muchos de los amigos y compañeros del Taller (de pares) de Ciencia Ficción, Fantasía y Terror: "Los Clanes de la Luna Dickeana" del cual formamos parte: un grupo de talentosísimos artistas y maravillosas personas (un poco locas, claro está, tal como era deseable —el nombre del taller se inspira en una novela de Philip K. Dick, Los clanes de la luna Alfana, poblada por diversas clases de "locos" que llevan adelante una sociedad muy particular y muy creativa—) con las que compartimos sueños en común.


 La noche fue fabulosa (y sí, con un sombrero que nos prestamos entre Guille y yo); llena de amigos y familias y hasta fans.
 ¡Gracias a todos!


ÍNDICE

Posible bosquejo (Verónica Vázquez)
Máquina de mi alma (Teresa Mira de Echeverría)
Humo y Arena (Jorge Korzan)
Recursos humanos (Facundo Córdoba)
El vuelo de la golondrina (Federico Caivano)
El subsuelo (Guillermo Echeverría)
El ojo que todo lo ve (Andrián Paredes)
La lucidez del condenado (Marcelo Cardo)
El otro (Roxana Lozano)
Presagios (Laura Ponce) —editora—
No sé todavía (Rolando Condis)



¡Qué lujo!