miércoles, 15 de enero de 2020

Descubrir el propio proceso de escritura


Es interesante cuando, de modo súbito, las cosas cobran sentido.
Aristóteles describía a esta intuición súbita como un chispazo, un instante de tiempo fugaz durante el que podemos ver el mundo como lo ve un dios.
Una alumna mía lo denominó, muy acertadamente durante un final de "Teoría del conocimiento" (una de las materias que impartía en aquel entonces en  Filosofía), "hacer click".
Click sería aquí la onomatopeya que mejor nos evoca el hecho de que algo ha encajado en el sitio donde debía ir. Como la pieza de un rompecabezas ininteligible que, de pronto, hace que todo el paisaje cobre sentido.
La visión del dios podría interpretarse como el modo en el que el sentido oculto y total de una cosa o situación se revela como algo evidente y claro ante nuestra mente.
Estas cosas nos suelen pasar cuando menos las buscamos: al ducharnos, en la cola del mercado cuando vamos a comprar tomates, mirando fija y decididamente nada...

Telekinesis Test Subject On The Run by Antoine Collignon

Estaba en uno de esos clásicos menesteres que nada tienen que ver con escribir, pero que son los cimientos de toda historia, cuando de pronto me dije... "¡Así es como escribo!"
Fue como una revelación.
Claro que al no ser Einstein, probablemente haya descubierto algo que hace miles de años ya fue descubierto por primera vez... pero qué importa, ¡es mi descubrimiento personal!

Y esto tiene que ver con el proceso de escritura.
Hay muchos autorxs que escriben a partir de una idea.
La idea es maravillosa. Puede ser simple o compleja, pero es el corazón de la historia que se va a narrar. Todo lo demás crece a su alrededor, tal como un organismo en desarrollo. Es un estilo de escritura que crea historias que nos dejan boquiabiertxs. Historias que nos abren a la maravilla que esa idea encarna en la vestidura del relato.
Hay escritorxs que arman su historia con un método y , sobre todo, que remontan la corriente de la historia como salmones, desde la conclusión hasta el inicio. Este tipo de relatos son apasionantes, nos tienen en vilo, nos mordemos las uñas con cada página que devoramos. Son esas historias que queremos que terminen para descubrir su secreto, pero al mismo tiempo no, porque son demasiado buenas. Pueden o no ser de misterio, pero sostienen siempre una cierta sorpresa en el aire, no como golpe de efecto sino como clave de bóveda de un edificio que finaliza con el último punto.

Hay muchos otros otros modos de escribir... siguiendo un mapa, soltando la rienda de la imaginación sin freno alguno, etc., etc., etc.
Yo creía que pertenecía a este último grupo y estaba feliz.
Hasta que algo hizo "click" en un chispazo...

El actor Pico Alexander
Y resulta que, de pronto comprendí que no era así. Para nada.
(Y aquí pido perdón a las personas que me entrevistaron o pidieron consejo y les dije: bueno yo escribo a partir de golpes de imaginación, cruzando al azar esto y aquello, y viendo a dónde me lleva todo... en serio, entonces yo también me lo creía)
Hace unos momentos, y mientras me preocupaba por otros asuntos, descubrí mi "método"... y, si debía ser descubierto, es porque era totalmente inconsciente.
Surgió de darme cuenta qué otras cosas me movilizan. Qué otras cosas me entusiasman.
Investigar, la filosofía, la ciencia, el proceso de crear y un largo etcétera.
Entonces vino el flash (sí, seguro que muchos van a decirme que acabo de descubrir el chocolate... pero ténganme piedad, para mí sí que es un descubrimiento).

Me di cuenta que el inicio de un relato (corto o largo) nace de un gusto estético: imagen, sonido, frase, incluso idea, pero contemplada estéticamente. Y luego veo cómo se genera un conflicto en ese nudo que se genera con la mezcla. Algo que me suele parecer azaroso, pero ya dudo que lo sea.
Nunca sé cómo va a terminar mi historia no porque deje que aflore el inconsciente, sino porque no sé cómo se resuelve el conflicto que planteé al inicio.
Es más, los primeros intentos de resolución suelen generar conflictos secundarios. Uno, dos, muchos más. Luego empieza el proceso de solucionar ese gran y bello lío que armé.
Desarmar la madeja que mezclé a propósito.
Entonces comienza el mismo proceso que en una investigación: diferencio los símbolos, veo las coincidencias sincrónicas, detecto los procesos estructurales y busco cuál sería el modo en que lo narrado hasta el momento cobraría sentido al tiempo que solucionaría el conflicto-eje.

¿Vieron que no era nada nuevo? Pero sí lo es para mí.
De pronto, todo el tiempo invertido en otras cosas que yo creía que no tenían más que una influencia accesoria o de trasfondo o de material de contenido, se despliega como algo estructuralmente más profundo, como un patrón de creatividad.


Si pienso en Madrugada, mi última novella publicada, me doy cuenta del gatillazo inicial, que es como tirar ingredientes a un bol y trabajar para que salga algo no sólo comestible, sino delicioso (cosa en la que ayuda muchísimo la asistencia de amigxs, lectorxs beta y editorxs... en este particular caso, mi gratitud a mi amor, el escritor Guillermo Echeverría, a la gente del viejo grupo de hermanxs ya desbandado: Los Clanes de la  Luna Dickeana, y por supuesto a Israel Alonso por confiar como nadie y a Irene Morales por amar como ninguna otra persona el texto y ayudarme mogollón a pulirlo):
-Una escena de un amanecer sacada de Black Rain de Ridley Scott que queda grabada en mi mente y con la que me encuentro, en persona, miles de veces en mi juventud.
-La idea de un ser alienígenx que tiene que convivir y comunicarse con nosotros.
-Un par de sentimientos que andaban jugando conmigo el día que empecé a escribir el relato.
-El diagrama de evolución estelar que nos hacían memorizar en Astronomía, el viejo H-R (Hertzsprung-Russell).
-Un tipo que siente que ha sido siempre una promesa de grandes cosas, pero que nunca ha desarrollado la vida grandiosa para la que estaba destinado.
-Mi idea filosófica y muy personal de lo que es el AMOR, así, con mayúsculas.
-Las canciones de Cream y mi admiración por Jack Bruce.
Luego vienen las líneas que unen esos elementos y que, con su sola presencia, ya crean conflictos... Cómo personalizar elementos no-humanos como las estrellas, cómo hace un mundo New Weird con simbolismo autocontenido, cómo relacionar a los personajes...
Y cada vez que solucionaba uno de esos conflictos se abría una brecha: ¿cómo manejo la luz?, ¿qué apariencia tiene tal o cual lugar o cosa?, ¿por qué este personaje se está comportando así?, ¿de dónde se me ocurrió hacer esto... cómo lo explico ahora?
Entonces empiezo a investigar, a corregir, a unir cabos, a seguir huellas y, cuando quiero darme cuenta, un día grito. "¡lo tengo!" y escribo el final de un tirón...
He ahí mi proceso.

Bueno, que es un gozo inmenso descubrir cómo muchxs escritorxs crean su estilo de narrar, pero... ¡que es una fiesta de felicidad el día que te das cuenta que, sin quererlo, tenías un método!
Ahora, a poner el práctica ese método que funciona, como suelen decir los cultores de un arte o un deporte que exige especial disciplina: "por sí sólo y como si tuviera mente propia".

Sunshine Of Your Love - Cream (1968)