martes, 11 de abril de 2017

¡LA NAVE INVISIBLE reseña mi novelette "El Tren"!


Ok, LA NAVE INVISIBLE (prestigiosísimo sitio que se dedica a la "ciencia ficción, fantasía y terror en femenino") me ha hecho una nueva reseña de mi novelette "El Tren", publicada el año pasado en España en formato impreso (aquí) y también digital (pueden conseguir el ebook pinchando aquí) por la editorial Café con Leche, y para cuyo staff completo no tengo más que palabras de alegría...

Anna Roldós es quien firma esta reseña que me dejó sin aliento...

Hace un tiempo, alguien (y ella sabe quién es; ¡hola, Cris!) me decía que quería viajar a un Marte re-martificado, para conocer a los personajes que habitan mi novelette Memoria. Ahora me encuentro con que Anna también quiere ir a un mundo de mi autoría... el sitio helado, de pastos translúcidos y paisajes de espejismo de El tren, para conocer no sólo el planeta, sino (de nuevo) a estos también muy queridos personajes para mí.

Alguna vez Elías Combarro, quien confió mucho en mí (tengo suerte de que tantas personas buenas me hayan apoyado siempre) y tiene un blog fabuloso (y que hace unas pizzas espectaculares de las que sólo vi fotos pero un día voy a ir a España y entonces...), me dijo que el anagrama de mi nombre bien podía ser "I Repeat Mars"... (y yo digo; una y otra vez, espero).

¿Será que siempre tengo que enamorarme completamente de mis personajes, para darles vida?
¿Será que tengo que soñar constantemente con mundos nuevos?
¡Pues, entonces genial, porque a eso me dedico!

Gracias a la gente de La Nave Invisible y gracias a Anna Roldán por hacerme sentir tan, tan, TAN... FELIZ!!!!
Y Gracias a Café con Leche por la oportunidad de hacer visible mi Tren...


Reseña: El tren

Cuando la editorial Café con leche se puso en contacto con nosotras para ofrecernos la posibilidad de reseñar esta novela, fui de las primeras en presentarse voluntaria. Había leído la sinopsis cuando se publicó el libro y me había llamado la atención desde el primer momento, porque contaba con elementos que adoro en una lectura: extensión corta, ciencia ficción y relaciones no normativas. Por eso no podía dejar escapar la oportunidad.
Portada de la novela
El tren es una novela corta, de unas 150 páginas en la edición física, que nos cuenta una peculiar historia de exploración espacial, con tintes steampunk y con una fuerte carga filosófica. Además, las relaciones personales tienen un peso muy importante en la trama.
La autora, Teresa P. Mira de Echeverría, es una escritora argentina doctora en Filosofía, que trabaja como docente y se dedica a investigar sobre la relación entre ciencia ficción, filosofía y mitología, algo que se refleja muy bien en El tren. Además de esta, Teresa Mira tiene publicadas otras dos novellettes, una antología de relatos y una decena de cuentos distribuidos entre recopilaciones y revistas. Precisamente fue uno de sus relatos, La Terpsícore, el que ganó la primera edición del concurso Alucinadas.
Pero pasemos a hablar de la novela en sí.
En un planeta del que conocemos pocos detalles, un grupo de investigadores liderados por el sintagmatarca (jefe de operaciones) Jules Gare se embarca en una misión de exploración a bordo de un tren. Sí, sí, de un tren, habéis leído bien. Este tren, de dimensiones descomunales para contener en su interior tanto a la tripulación como los víveres y combustibles para un viaje que se prevé muy largo, se ha construido a medida para poder moverse por unas extrañas estructuras con forma de vía que dan la vuelta por entero al planeta investigado. El objetivo de la misión consiste en averiguar adónde conducen esas “vías”, quién las ha construido y establecer contacto con los nativos del planeta, una raza conocida como los astados.
La novela está narrada en primera persona por el sintagmatarca Jules, que es el protagonista indiscutible de la historia. Como comandante de la misión, es el que toma las decisiones y el que, en última instancia, “hace que ocurran las cosas”. Aun así, hay dos secundarios cuyo peso también será determinante a la hora de hacer avanzar la trama: Polter Rassvet y Pierre Quai.
Y es que, como he dicho al principio, las relaciones personales tienen una importancia capital en esta novela, que ya desde las primeras páginas nos muestra sus cartas hablándonos de la relación a tres bandas que existe entre esos tres personajes.
Y tener a alguien a quien admirar es vital para mí. Sé fehacientemente que, si algo en mi vida llegase a ser más importante que el amor, entonces estaría perdido. Y, en mí, el amor siempre surge de algún tipo de admiración. Sería imposible amar a quien no admirase.
Jules tiene una relación estable con Pierre y, a pesar de que su compañero no comparte su visión sobre el poliamor y las relaciones abiertas, de vez en cuando Jules tiene affairs con otras personas.
Precisamente es en este punto en el que entra Polter.
Polter es un muchacho que se enrola en la misión de exploración para ir en busca de su hermana Aurora, que supuestamente ha sido secuestrada por los astados, los nativos del planeta. Polter es un eosita (no tengo muy claro qué es eso, si una religión o una raza; probablemente son seguidores de la diosa Eos, a la que Jules menciona casi al principio de la historia) y está destinado a casarse con su hermana, según sus leyes y creencias. Por eso es incapaz de plantearse siquiera una relación sentimental con nadie que no sea de su propia línea directa de parentesco.
Pero todo eso cambia cuando, antes de que empiece la misión y aprovechándose de que el chico se encuentra bajo los efectos del alcohol, Jules lo seduce y se acuesta con él.
La relación que establecen Jules y Polter no es una relación de amor romántico, ni tampoco una relación basada simplemente en el sexo. Ambos se aprecian y se quieren, pero a la vez tienen muy claro que sus otras relaciones son más importantes (la que Jules mantiene con Pierre y la que Polter debe mantener con Aurora).
A primera vista, y puesto que todo esto es lo primero que leemos al empezar la novela, sin que se nos cuente apenas nada más de lo que rodea la misión, puede dar la sensación de que estamos ante una historia romántica. Pero no es así. O no es, al menos, solo así. El componente de las relaciones es muy importante en la novela, pero no lo es solo por el placer de leer sobre ellas, sino por las consecuencias que tienen en las decisiones que toman los personajes ante las situaciones a las que se enfrentan. Porque los personajes no son seres aislados entre ellos, sino que vienen influenciados por sus circunstancias.
Como podéis ver, además, Mira muestra una gran variedad de formas afectivas entre sus personajes. Jules habla de su bisexualidad y de su capacidad de amar a más de una persona a la vez. Polter es un caso parecido, aunque su relación con su hermana es, en realidad, impuesta por sus creencias. Aun así, él la acepta sin dudarlo, como algo que debe ser y que es positivo; ni siquiera puede plantearse la idea de que el incesto sea malo de algún modo. Pierre por su parte vive con dificultad las relaciones que Jules tiene con otros, fuera de la que mantiene con él, porque le crean inseguridad y le hacen dudar de lo que Jules siente por él.
Por otro lado, y más adelante en la trama, también vemos relaciones de humanos con alienígenas y, aunque no se llega a profundizar mucho en ellas, sí se nos muestran algunas pinceladas al respecto, exponiendo las particularidades de esas formas diferentes de ver el amor y el mundo en general.
Pero dejando a un lado el tema de las relaciones, que colman lo que sería la introducción de la novela, tenemos que el resto de la historia pasa a centrarse en la misión en sí y en los descubrimientos que el grupo de exploración hace en el planeta.
No voy a dar muchos detalles de esta parte para no entrar en spoilers y porque me parece que es mejor enfrentarse a los descubrimientos que el grupo realiza a lo largo de la novela sin saber mucho sobre ellos. Pero sí diré que es una parte muy interesante y adictiva, llena de acción y giros inesperados, que hacen que una vez te hayas adentrado en ella no puedas despegar los ojos de las páginas hasta haber llegado al mismísimo final. Un final que, de todos modos, no podría ser más abierto y te deja con la sensación de desasosiego que producen las preguntas sin respuesta.
Lo curioso del worldbuilding de esta novela es que tiene una estética muy retro. Para empezar tenemos que, aunque en la novela se mencionan los satélites que orbitan alrededor del planeta y que dan información del mismo al grupo de exploración, el tren en el que se mueven funciona con carbón que los operarios de la cabina se encargan de palear en la caldera. La estructura militar de la misión y los uniformes que nos describe la autora nos hacen pensar en una estética militar que mezcla elementos de la primera mitad del siglo XX con elementos de la Grecia clásica. Además, las funciones de los integrantes de la misión se denominan usando rangos de la antigua Grecia, como llamar hoplitas a los miembros, o sintagmatarca al jefe de la misión, o diloquita al segundo al mando, o que el organismo del que depende la misión se conozca como la Polis.
Iba envuelto en mi capa de gala, una prenda poco práctica, llena de medallas y galones destinados a despertar admiración y a intimidar. El tejido con el que estaba fabricada era una mezcla de gruesa lana gris y finísimos hilos de cobre. El cobre tejía símbolos sobre la lana —que ilustraban la historia misma de la Polis— y una orla de terciopelo color bronce remataba el cuello y el borde inferior.
Por otro lado, aunque todo lo que aparece está bien descrito, especialmente el tren, los paisajes que rodean al convoy o a los alienígenas que se cruzan en el camino de la expedición, los detalles del mundo en el que se mueve la historia son muy vagos; así que no sabemos muy bien quién es en realidad la persona o personas que han puesto en marcha la misión en sí o qué buscan con ella, más allá de establecer contacto con los nativos y averiguar el origen de las vías (¿quieren colonizar el planeta?, ¿es algo que realizan en todos los planetas con vida inteligente que encuentran?, ¿cuándo llegó la humanidad al planeta del que hablamos?).
El tren avanzaba a toda marcha, pitando y bufando. Las vías eran líneas uniformes de plata sin empalmes, por lo que suscitaban el característico redoble intermitente de todo trayecto en tren. Así, el ritmo era tan homogéneo en su traqueteo tranquilizador como los brazos de la madre que jamás extrañé. Podía trazar su ininterrumpida cadencia con mi propio corazón.
Algo que me gustaría destacar de la prosa de Teresa Mira es que es capaz de sumergirte en un mundo extraño y lleno de estructuras y situaciones difíciles de imaginar, describiéndolas con suficiente poesía pero sin excesivas florituras para hacer ese mundo cercano y comprensible para el lector. Un mundo que además resulta muy bello y realmente dan ganas de visitar o, al menos, de poder ver con los propios ojos. Además sorprende que en una historia tan corta se puedan tocar tantísimos temas como pueden ser la enfermedad, la muerte o las relaciones entre distintas culturas sin que resulte sobrecargado.
No puedo decir más que cosas buenas de esta lectura. ¡Si me duró apenas dos días! Es cierto que no es un libro muy largo y se lee muy bien, pero realmente se me hizo muy corto y lo disfruté muchísimo. Iba predispuesta a que me gustase por todo lo que prometía, pero es que realmente vi cumplidas mis expectativas. Conecté muchísimo con el estilo de la autora, poético y descriptivo, pero sin que por ello se hiciera aburrido o dejara la acción a un lado. He sentido muy cercanos a los personajes y a sus dilemas morales, y me ha encantado que el tema de las relaciones estuviera tan presente en la trama. Además, me ha encantado descubrir el mundo que Teresa Mira crea en estas páginas y cuando terminé de leer me quedé con ganas de saber más al respecto. Por todo eso lo recomiendo muchísimo. Vale mucho la pena.
Anna Roldós
Anna Roldós (Reseñas/Novedades/RRSS): Irilaya. Química de formación, librera de vocación; me leo hasta los prospectos de los medicamentos. Enamorada de Japón, del manganime, de los videojuegos, de la animación y de la ilustración. Me encanta la ci-fi. También escribo.







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